Fortalecer las instituciones democráticas, el Estado de derecho y la sociedad civil

Solo a través de nuestra democracia liberal podemos asegurar una protección adecuada de las personas y sus libertades. Sin embargo, es imperativo evitar que aquellos que se oponen a estas libertades hagan un uso abusivo de las mismas. Con una democracia robusta, capaz de defenderse, activamente resguardaremos nuestros valores liberales e instituciones democráticas contra aquellos que intenten socavarlas y destruirlas.
Defendemos la democracia como forma de gobierno porque permite a los ciudadanos exigir responsabilidades a quienes detentan el poder. La rendición de cuentas es esencial para lograr una gobernabilidad mejor, al igual que la transparencia y una descentralización suficiente en la toma de decisiones, asegurando la participación directa y el control del gobierno por parte de los ciudadanos. A lo largo de nuestra historia, hemos experimentado la grave incompetencia profesional de quienes ostentan roles gubernamentales, a menudo asociada a la corrupción, uno de los elementos más destructivos de la vida comunitaria.
Es crucial redoblar esfuerzos en todos los niveles gubernamentales, desde lo local hasta lo internacional, para combatir la corrupción, el fraude y los delitos perpetrados por organizaciones criminales. Mejorar la calidad de la gobernanza en general implica la aplicación de principios liberales como la rendición de cuentas, transparencia, separación de poderes, descentralización de la toma de decisiones y respeto por el Estado de derecho, junto con la vitalidad de la sociedad civil.
Las personas libres constituyen el fundamento de toda democracia liberal, y un diálogo abierto entre ciudadanos, donde se consideren y ponderen todos los argumentos, permite alcanzar soluciones más efectivas y duraderas para todos. En una sociedad civil libre y dinámica, la gente puede asociarse en diversos foros, intercambiar ideas, buscar intereses comunes, formular opiniones y discutir sobre valores, asuntos espirituales y políticos independientemente del Estado.
Cualquier sociedad abierta y liberal debe rechazar los esfuerzos gubernamentales para utilizarla para sus propios fines o suprimir a grupos legítimos que no sean de su agrado. En cambio, el gobierno debería fomentar un diálogo dinámico entre la sociedad civil y las autoridades pertinentes para ampliar la capacidad de integración de la sociedad. Si bien las religiones y otras creencias tienen su lugar natural en la sociedad civil, los defensores de la libertad abogamos por la separación entre los cultos organizados y el Estado para evitar la centralización del poder y preservar la diversidad de nuestras comunidades.